La conciencia nos mantiene en el camino hacia la búsqueda espiritual a lo largo de nuestra vida. El humano inicia sus primeros pasos hacia la madurez espiritual a partir de su formación humana. Poniendo el centro en sí mismo, el mundo se da hacia el este, oeste, sur, norte, arriba y abajo. La realidad dada siempre tiene sed de perseguir con la conciencia de tener, pero el eje de la conciencia, que es el centro del origen, fluye como uno con el manantial inagotable del descanso espiritual.
Siempre estoy caminando por el camino, pero no sé cual es la dirección correcta de seguir y no sé dónde está el destino final. Nadie sabe. La respuesta es no saber.
Sólo me sale la risa, ya que tengo que irme a este lugar en el que nunca he estado ni he ido.
Este es un lugar de presencia constante donde nunca nos hemos acercado y nunca hemos conocido o separado. Con el ahora, donde siempre ha estado y va a estar, se va a respirar vivamente con la conciencia de ver; por lo tanto, la conciencia es constante... Uno no se conoce a si mismo, nada más el todo, sólo lo extrae y aparece el conjunto.
Se reconoce a sí mismo con la conciencia que vive por la honestidad que lleva una vida correcta, y se da cuenta por sí mismo que no hace falta para crecer en la evolución espiritual; hay una manera de darse a sí mismo la respuesta a lo que se le da, y en el otro camino se sigue la verdad, que es su naturaleza; de esa manera va estar siempre presente en el camino como Mi verdadero yo.
Camina por el único camino, extiende los caminos a ambos lados y vuela. Cuando usamos una conciencia y llevamos una vida en cada rol asignado a nosotros como uno solo, no creamos la distinción debido a la conciencia indivisa, vive como Mi verdadero yo, el cual es el protagonista del mundo.
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