En ediciones anteriores de Artes de México emprendimos una exploración de las formas que ha tomado la serpiente en distintos espacios y momentos de la cultura mexicana. Nuestra curiosa aventura ha producido ya dos ediciones: una dedicada a la serpiente en el mundo prehispánico, otra a su presencia en el mundo virreinal. Ahora, nos internamos en el variado universo de lo popular, tan plagado de estos reptiles como el más fascinante serpentario que hubiera sido posible imaginar sobre la tierra. Más adelante dedicaremos otra edición a sus irrupciones en el arte contemporáneo. Nos alegra ir confirmando ya desde ahora que, como ha sucedido con otros temas de Artes de México muchos creadores jóvenes se han inspirado en nuestras páginas para enriquecer sus actuales obras serpentinas, porque ambas ediciones anteriores han despertado la imaginación de creadores e investigadores, dentro y fuera de México. Desde diseño de joyas hasta la arquitectura, pasando por la pintura y la fotografía, las serpientes que hemos elegido han reproducido sus formas en otros materiales.
El peculiar camino que hemos recorrido por la cultura de nuestro país, siguiendo las ondulaciones y metamorfosis de un animal fascinante, ha hecho que nuestros pasos se alarguen y que nuestro viaje país, siguiendo las ondulaciones y metamorfosis de un animal fascinante, ha hecho que nuestros pasos se alarguen y que nuestro viaje crezca, como aquélla serpiente que añade anillos a su cascabel cada vez que muda de piel. Y, como en cada número de Artes de México, la riqueza del fenómeno creativo que hemos elegido hace que nuestras páginas sean apenas una muestra, una sabrosa sugerencia México. la riqueza del fenómeno creativo que hemos elegido hace que nuestras páginas sean apenas una muestra. Una sabrosa sugerencia, una invitación al descubrimiento y al asombro. Las serpientes que proliferan en la tradición popular mexicana no son tan terrenales: son más bien habitantes de cielos distintos y de algunos inframundos. Frente a ellas nos encontramos ante una verdadera ebullición estética. Son, sin duda, figuras clave de varios universos de símbolos: las serpientes en cada pueblo de México hablan, sin cesar, de su concepción del mundo, de su manera de vivir lo sobrenatural y lo natural, de sus deseos y fobias, de la historia hecha mito y del mito vuelto vida cotidiana. Pero al mismo tiempo, paradójicamente, callan. Y su elocuencia intensifica su presencia entre nosotros. Las serpientes en el arte popular tienen algo que las hace trascender las palabras para convertirse en formas mudas. Escalofriantes y seductoras, sus representaciones van de lo más inocente abiertamente naif, a lo terrible. Comunican un afecto, una impresión, una huella que, al ser reinventada por cientos de artistas populares, permanece profundamente marcada en quienes la contemplamos. De los sentidos al alma, estas representaciones penetran en nosotros como serpientes que encontraron el camino a su mejor nido. Y allí, sin duda, reproducen su enigma. Crecen zigzagueantes, nos unen a los demás que las viven de la misma manera.
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