En nuestros días ya es un lugar común la máxima de que a nuevos tiempos y nuevos desafíos deben corresponder nuevas aulas y nuevos métodos de enseñanza. Pero ¿es posible una reforma educativa acorde al siglo XXI si no nos preguntamos qué tipo de capacidades debería potenciar la escuela en los niños y cómo sería una práctica docente eficaz? ¿Por qué las ciencias de la educación parecen divorciadas del quehacer cotidiano de maestros y profesores?
Con gran sagacidad y en un registro atento a la situación docente y al niño como tal –no como promesa de adulto–, hacia el final de su trayectoria Jean Piaget da respuesta a esas preguntas y, en una formidable reseña de las iniciativas innovadoras, repiensa el urgente vínculo entre pedagogía, epistemología y psicología genética. Con un enfoque comparativo e integrador de disciplinas, sostiene la necesidad de un diálogo fluido entre la teoría, los espacios institucionales de decisión y la realidad del aula, que no pierda de vista el desarrollo cognitivo de los niños. Al mismo tiempo, desmenuza las soluciones que el siglo XX dio para potenciar el aprendizaje del propio niño en libertad (Maria Montessori, John Dewey, las experiencias británicas, suizas, estadounidenses, entre tantas otras) y los marcos institucionales propicios (o no tanto) para ese objetivo.
Este libro, estupendo balance de las pedagogías experimentales, también se remonta a los orígenes de las “escuelas nuevas”. Así, comenta logros y desaciertos de Rousseau, Pestalozzi y Froebel, a la vez que apuesta a la preparación completa de los futuros docentes como herramienta decisiva de transformación.
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