La curiosidad, el asombro y la fascinación son las emociones que impregnan este número de Artes de México. Al contrario de quienes piensan que la cultura sobre la muerte en México ya ha sido completamente explorada, nosotros creemos que comprende un universo más rico de lo que comúnmente se piensa, y del cual falta mucho por ser estudiado. Cada una de nuestras ediciones busca alejarse de los estereotipos y de los lugares comunes, al plantearse diversas interrogantes desde ángulos con frecuencia inesperados. Nuestra primera exploración sobre este tema nos llevó a difundir un género artístico, hasta entonces poco conocido, que forma parte de los rituales de la muerte en México, e incluso dimos a la representación plástica de infantes difuntos un nombre que ha sido usado a partir de entonces, como si siempre se hubiera llamado así.
Abrimos caminos y creamos conceptos, maneras de comprender: labor fundamental del proyecto cultural que es Artes de México. En esta ocasión hemos querido abordar el fenómeno del día de Muertos en su variada celebración en muchas de las comunidades rurales del país, la mayoría de ellas indígenas. En el lapso de esta fiesta se suspenden casi todas las actividades cotidianas. Los espacios dentro de los hogares y en los cementerios toman formas distintas y significados muy variados. Los muertos cobran vida en los recuerdos de los vivos, quienes evocan sus formas de ser, sus gustos, sus virtudes y defectos. Entre las almas que son esperadas y los de este mundo se establece un diálogo intenso. No hay lugar para el rechazo; pero quizá sí para un reproche o dos.
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