Publicado anónimamente en 1764, inicia un camino. Su influencia en el ámbito del derecho penal es notable. La inspiración que de él procede incidió en las reformas de muchos códigos penales de aquella época. Así, Catalina de Rusia, en 1766, ordena, entre otras reformas penales, la abolición de la tortura. Diez años después, María Teresa de Austria da un mandato en el mismo sentido. Luis XVI suprime en su monarquía la tortura, en 1780. Ya en plena Revolución Francesa, el pensamiento de Beccaria se plasma en las Constituciones de 1789 y 1793. Y lo que es aún más importante, sigue teniendo relevancia contemporánea, no sólo porque las ideas que plantea tienen vigencia atemporal, sino porque los males que pretendía subsanar no fueron erradicados. Por todo ello, el libro de Beccaria, los ejes que de él se desprenden, adquieren una fuerza inusitada.
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