Según Georg Simmel (1858-1918), el conflicto no es un accidente en la vida social. El conflicto es parte integrante y necesaria de las sociedades y de las relaciones humanas: es un factor integrador, una forma de socialización sin la que las sociedades no pervivirían.
Simmel invierte, así, la opinión común que sostiene que la cohesión social exige atajar o, cuando menos, apaciguar los antagonismos: antes al contrario, los antagonismos contribuyen a la unidad de la vida social.
En este sentido, nos recuerda que, más allá de las invitaciones de la religión, la poesía o la filosofía a vivir en comunión, concordia y amistad, el ser humano es también animosidad e instinto de lucha: simpatía y hostilidad se entremezclan en la unidad de la vida social e individual.
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