El fenómeno de la asignación de identidad ha ido tomando fuerza en los últimos veinte años, hasta el punto de involucrar al conjunto de la sociedad. Así lo atestiguan la evolución de la noción de género y las metamorfosis de la idea de raza. ¿Qué ha pasado para que los movimientos emancipatorios del pasado, en particular las luchas anticoloniales y feministas, se hayan replegado sobre sí mismos de tal manera? El derribo de estatuas en nombre del antirracismo es desconcertante, y la violencia con la que se manifiesta el odio a los hombres en el seno de la lucha feminista plantea interrogantes.
En décadas recientes, se han reinterpretado hasta el exceso instrumentos de pensamiento tremendamente ricos y de gran fineza --de la obra de Sartre, Beauvoir, Lacan, Césaire, Said, Fanon, Foucault, Deleuze o Derrida-- para reforzar unos ideales nuevos cuya prioridad no es alcanzar una sociedad más justa. En paralelo, la noción de identidad nacional regresa en los discursos de la extrema derecha, habitados por el terror. Estos valoran lo que los identitarios del otro lado rechazan: la identidad blanca, masculina, viril, colonialista, occidental. Identidad contra identidad, por tanto.
En esta reflexión valiente y audaz sobre las trampas de las políticas identitarias, clave para entender el mundo de hoy, Élisabeth Roudinesco ofrece algunas pistas para encontrar la salida del laberinto de la esencialización de la diferencia y de lo universal.
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