DURANTE LOS PRIMEROS DÍAS de noviembre de 1953, murió en Nueva York, a la edad de treinta y nueve años, uno de los mejores poetas que escribían entonces en lengua inglesa, y cuya obra y facultades constituían una espléndida y reconocida realidad, a la vez que una prometedora esperanza. Dylan Thomas (1914-1953) había vivido siempre bajo el hechizo de dos motivos poéticos de primer orden: el amor y la muerte, y estas fuerzas, que en la inspiración del poeta actuaban generalmente entrelazadas, envuelven casi toda su obra, oponiéndose y completándose. Parece que el poeta tuviera el presentimiento de que, como a tantos de su vocación, la muerte tenía que alcanzarle prematuramente.
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