Deborah Levy imagina una casa en una latitud cálida, cerca de un lago o de un mar. Allí hay una chimenea y un mayordomo que atiende sus deseos, hasta el de discutir. Pero Levy en realidad está en Londres, no tiene dinero para construir el hogar que imagina, su apartamento es minúsculo y lo más parecido a un jardín en su casa es un banano al que entrega los cuidados que sus hijas ya no necesitan.
La menor ha abandonado el nido, y Levy, a sus cincuenta y nueve años, está lista para afrontar una nueva etapa en su vida. Así, nos lleva desde Nueva York a Bombay, pasando por París y Berlín, mientras teje una estimulante y audaz reflexión sobre el significado del hogar y de los espectros que lo acechan.
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