Friedrich Torberg tenía diez años cuando Viena dejó de ser una ciudad imperial y veinticinco cuando Hitler subió al poder. El imperio austrohúngaro y la burguesía judía, condenados a desaparecer, fueron su territorio espiritual, el escenario de una juventud poblada de tipos excéntricos y originales, «mezcla de ingenio y vivacidad». A esa época -y también a la más trágica del exilio- volvió los ojos en 1975 con la publicación de La tía Jolesch, o la decadencia de Occidente en anécdotas, que fue un gran éxito en Austria. Por sus páginas, entre Viena y Praga, luego entre Zúrich y Hollywood, desfilan viejos cascarrabias, familias ilustres, expertos en cerveza, artistas consagrados y bohemios sin remisión.
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