Dentro de la tradición judaica ha existido la noción de no tomar venganza en contra de aquellos que les han lastimado, no sólo como personas, también como pueblo. Friedrich Torberg (seudónimo de Friedrich Ephraim Kantor) discutió sobre si esta frase podría seguir teniendo el mismo valor después del holocausto judío. Para hacerlo, utiliza su novela "Mía es la venganza" como método autoreflexivo. En ella se nos narra la historia de un judío que espera todos los días en el muelle desolado de Nueva Jersey, a que llegue alguno de los 75 compañeros suyos de un campo de trabajo en Heidenburg. Este hecho no pasa desapercibido para un paseante habitual de aquellos muelles, que un día decide acercarse y preguntarle qué es lo que le pasa a ese pobre hombre y así empezar el relato.
En Heidenburg se vivía con cierta tranquilidad, hasta que un día llega un nuevo capitán que pondrá a los judíos en un barranco donde sólo caben 60 personas. Los judíos deciden mandar una comitiva para poder buscar un lugar con más espacio. El capitán les responde que él personalmente se encargará de hacer suficiente espacio en ese barranco, matando cada dos días a uno de ellos. Pero no sólo es la muerte, sino también el cómo logra que después de mucha tortura, los presos terminen suicidándose con una pistola, lo que termina generando desesperación entre los semitas: cómo es posible que teniendo la pistola en sus manos no decidan mejor matar a su verdugo. El joven aspirante a rabino Aschkenasy les recordará que los judíos no pueden tomar la venganza por su propia mano, porque eso significaría quitarle ese derecho a su propio Dios, que ha prometido que él vengará todas las injusticias que se hagan en contra de su pueblo. Esa idea es en realidad la disertación de esta novela, si es mejor tomar venganza por propia mano o esperar a que Dios la tomé.
Completa esta obra "El regreso del Golem", pequeña novela que nos adentra en por qué algunos judíos deciden participar con los alemanes en una investigación para demostrar que ellos han tenido una conspiración internacional para apoderarse del mundo. Algunos lo harán por su propio bien, otros obligados, lo sorprendente es que existe un grupo de judíos que ayudan a los nazis porque puede más su nacionalismo que su religión.
Torberg es un autor conocido sólo por referencias, por haber tenido debates con Heinrich Mann y Alfred Döblin. Pero por primera vez lo podemos leer en castellano gracias a la editorial Sajalín y así admirar la obra de un gran escritor, que se adentraba más allá de simplemente contarnos una historia, y que siempre deja dudas en la cabeza, sobre si nuestros actos concuerdan con lo que decimos.
Reseña escrita por Alejandro Díaz, El Péndulo Condesa
En una brumosa mañana de noviembre de 1940, un hombre espera en el muelle de Nueva Jersey la llegada de unos amigos procedentes de Europa. En más de una ocasión su mirada se detiene en la figura frágil y encorvada de un extranjero que arrastra inquieto su pierna izquierda por la sala de espera y el muelle. Cuando el hombre le pregunta a quién espera, el extranjero le responde que son muchos, exactamente setenta y cinco, aquellos que deberían llegar. Y sin embargo, nunca llega nadie. Luego, en una larga conversación, el extranjero evoca con todo detalle el estremecedor recuerdo de lo sucedido años atrás en el campo de concentración de Heidenburg, y el dilema planteado entre los judíos allí encerrados: Abandonar toda resistencia y conceder la venganza a Dios, o morir ejecutando al verdugo. Mía es la venganza, es un perturbador y lúcido relato publicado originalmente 1943 durante el exilio de su autor en Estados Unidos. La presente edición también incluye el relato El regreso del Golem.
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