En mayo de 1789, don Nepomuceno de Cárdenas, un ilustrado caribeño, dueño de un ingenio azucarero y de un ingenio volteriano, embarcó rumbo a París, para ser testigo de la Revolución. Le guiaban dos deseos: aprovechar las oportunidades que el progreso le brindaba y buscar el modo de hacer felices a sus esclavos. Así comienza esta obra, que, aunque el protagonista sea un personaje de ficción, no es una novela sino un ensayo sobre la experiencia política. La experiencia política es inevitablemente conflictiva y dramática. El sueño de una goyesca razón dormida consiste en imaginar un mundo sin enfrentamientos. El sueño de una despierta razón kantiana consiste en encontrar modos dignos de resolver los inevitables conflictos.
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