En La sombra del sol, Mario González Suárez lleva su inconfundible mitología personal hasta las últimas consecuencias. Con una maestría inusitada, González Suárez nos arroja a la mitad de un escenario inquietante, donde los sobrevivientes de una catástrofe planetaria pretenden escapar de entre los escombros de un supermercado. A medida que la atmósfera se enrarece, se diría que no presenciamos una mera actuación, sino que de verdad ángeles y humanos enfrentasen una batalla para perpetuar una de ambas especies. La mente maestra detrás de esta representación siniestra y excéntrica es el director Eugenio Cortina, que no duda en interrumpir su propia obra a fin de marcar sugerencias que tendrán consecuencias irreversibles sobre la vida de sus actores. Pero, ¿qué se esconde detrás de ese velo de misterio y asfixia al que son sometidos de pronto los personajes? ¿Dónde termina la delgada línea entre representación y realidad? ¿Hasta dónde será capaz de llevar Cortina a sus actores con tal de continuar con un método que implica necesariamente desafiar al cosmos y, sobre todo, de dónde viene esa fuerza maligna que parece invocar al apocalipsis? Por lo deslumbrante de su imaginario, por su prosa enigmática y adictiva, La sombra del sol deja claro por qué el universo de Mario González Suárez se inscribe con honores en el club poco frecuentado de nuestros extravagantes más exquisitos, de Juan José Arreola a Francisco Tario.
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