¿Entonces, qué? ¿Este libro no era más que eso? Esos seres a los que yo había dado más atención y ternura que a las personas reales, sin osar confesar hasta qué punto los amaba (…); esas personas por las que me había sofocado y lagrimeado no volverían a aparecer jamás, no sabría más nada de ellas.”
Proust revive en este breve pero notable ensayo de 1905 sus lecturas de infancia. La propuesta del autor, sin embargo, va mucho más allá de la mera autobiografía. De lo que aquí se trata es de dar respuesta a una pregunta acuciante: ¿qué hacemos cuando leemos?
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