Álvarez, José María (selección)
Desde las brumas anglosajonas hasta el suicida Thomas, de todo hay en el museo de sus vindicaciones; nobles ajusticiados que antes de subir al patíbulo inventaban el endecasílabo no rimado que Shakespeare consagrara, como el buen conde de Surrey; el preciosista Lyly; el esplendor de Marlowe; Sidney, que murió en batalla y que alzó una Laura septentrional; la nobleza de Stevenson; Edward Fitzgerald; la luz de Yeats; el georgiano De la Mare; el inviolable Eliot... Y presidiendo el cortejo, la cabeza más alta de nuestra especie: William Shakespeare.
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