Una vez más, Shakespeare efectúa una de sus inigualables calas en las profundidades de los sentimientos humanos. El foco se centra sobre Ricardo III, el rey monstruoso, el sanguinario epitome de la corrupción más maquiavélica. En una desenfrenada carrera hacia el trono de una maltrecha y escindida Inglaterra, Ricardo se apoya en las fuerzas del mal que anidan en su corazón para conseguir el poder. Con una estructura de paroxismo y encendido horror, el inmortal Cisne del Avon nos ofrece la atemporalidad universal de su tragedia, una obra plena de complejidades y matices psicológicos que manifiestan el conocimiento sin par de los recovecos más ocultos de las motivaciones del ser humano.
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