Publicados primero en entregas sueltas en la revista El Contemporáneo, los «Apuntes de un cazador» (1852) marcan el inicio de la obra de Iván Serguéievich Turguéniev. A pesar de ello, el efecto que tuvo este libro sobre el público de la época fue inmenso: por un lado, dio a conocer el paisaje y la vida rural rusa, por otro, la grave situación de los siervos de la gleba, que gracias a él mejoraron sus condiciones de vida. Pero el conjunto de estos relatos va más allá de sus rasgos sociales, para alcanzar una perfección estilística incomparable que, lejos de cualquier idealización o sentimentalismo, tan característicos en la literatura de su época, se concentran en una aguda observación de la vida que, sin perder un ápice de su frescura, deja traslucir en sus claroscuros la profunda belleza que emana de una sobrecogedora naturaleza virgen.
Los tres primeros cuentos de este volumen nos sumergen en el misterio primordial del corazón del bosque, con su mágico ambiente siempre exacerbado por las fábulas mitológicas que allí se cuentan y por los inefables personajes que lo habitan. Luego, viene un rápido y vivo apunte que juega con la sorpresa de una situación accidental, para finalizar con dos largos relatos escritos veinte años después. Según José Manuel Prieto, autor del prólogo de este volumen, ambos apuntan a la perfección artística que Turguéniev alcanzará en sus obras mayores de madurez. La historia, que se desarrolla a lo largo de varios años, permite contemplar la evolución de dos tragicómicos personajes con toda su hondura y complejidad dramática.
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