Rastros de carmín traza una provocativa «historia alternativa» a partir del nacimiento del punk. Para Marcus, este no fue tanto un fenómeno musical como un movimiento social, una corriente de pensamiento espontáneo y maximalista. El nihilismo, la falta de profesionalidad, las burlas y el feísmo constituían la contrapartida de una sociedad basada en la hipocresía, la competitividad y el clasismo. Pero el punk no salió de la nada: su origen se remonta hasta los anarquistas místico-lujuriosos y los heréticos milenaristas del medievo y conecta con el dadaísmo, surgido en el Cabaret Voltaire de Zúrich en 1915, y la Internacional Letrista y la Internacional Situacionista, dos pequeños grupos radicados en París en los años cincuenta y sesenta, impulsados por Guy Debord, el autor de la crítica más lúcida y radical del capitalismo e inspirador subterráneo del Mayo del 68.
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