¿Qué tienen en común el sacrificio ceremonial, la confesión católica, el teléfono móvil y un ejercicio de maniobras militares? Son dispositivos, categoría que abarca todo aquello que tiene «la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes».
Agamben recorre un abanico de lecturas cuyo lugar central ocupa Michel Foucault (y las lecciones de su maestro Jean Hyppolite sobre Hegel) y al que no es ajena la patrística cristiana, sobre todo el concepto de oikonomía, que está en la base de la Trinidad. Se trata de precisar una acepción del «dispositivo» que dé sentido al lugar determinante que Agamben le otorga en el momento presente, en que nos enfrentamos «al cuerpo social más dócil y cobarde que se haya dado jamás en la historia de la humanidad». Porque aquí Agamben se muestra a la vez rigurosamente filosófico y abiertamente político: nos hemos dejado mansamente capturar, escindir, determinar por dispositivos como el teléfono móvil, que no sólo restringen nuestra intimidad sino que la vigilan y la determinan.
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