Con un lenguaje claro y directo, el nuevo ensayo de José Carlos Ruiz aboga por un pensamiento elegante como fármaco para los síntomas de la hipermodernidad.
La elegancia, en su etimología, está emparentada con la elección (eligêre), de tal manera que una persona elegante, entre otras cosas, es aquella que sabe elegir. El pensamiento elegante moldea a un sujeto que no lucha por mostrarse distinto sino que se eleva hacia una vida distinguida. Frente a él se posiciona un sujeto hipermoderno que ha dinamitado el valor de la discreción y el sentido del pudor a favor de una globalización sentimentalista, que se inclina por lo verosímil en detrimento de la verdad, que abraza una configuración emocional del lenguaje en menoscabo del pensamiento crítico y que practica la otrofagia convirtiendo al otro en objeto de consumo.
Asistimos a la vulgarización de un individuo cuya sensación de incompletud se acrecienta llevándolo por momentos a declararse indigente mental. Para este sujeto, el tiempo en el que la felicidad era una búsqueda secundaria, la consecuencia de una vida virtuosa o un encuentro afortunado parece haber terminado. Su idea de felicidad ha sufrido una mutación que ha derivado en posfelicidad.
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