En los ochenta, Liao Yiwu era un joven poeta cuyo único horizonte vital lo constituían la literatura y las disipaciones bohemias al uso. Pero la sangrienta represión de las revueltas estudiantiles que llevó a cabo el gobierno chino, y cuya imagen paradigmática es Tiananmén, lo marcaría profundamente y lo llevaría a escribir poemas como «Masacre» y «Réquiem» (de este último preparó también una versión cinematográfica, gracias a la ayuda de amigos y colaboradores). A partir de ese momento todo habría de cambiar para él hasta extremos inimaginables. Considerado un contrarrevolucionario, un enemigo de China, Yiwu pasaría años en prisión, sumido en un periplo kafkiano y concentracionario, a la espera de una sentencia que nunca acababa de llegar, e intentando no morir mientras tanto.
Y esa lucha agónica es la que Yiwu nos narra en este libro inolvidable: una lucha contra el derrumbe físico y mental, una lucha contra la desesperación, el hambre y la tortura. Una lucha por la dignidad de los vivos y de los muertos.
«En este libro, tormento y gracia son compañeros constantes que marchan estrechamente unidos», comenta Herta Müller, y posiblemente sea ésta la mejor definición de por qué Por una canción, cien canciones. Vida de un poeta en las cárceles chinas es un libro tan especial. Si bien el dolor y la amargura de los recuerdos que recorren estas páginas, y la pesadilla insomne de los mil horrores que el autor vio y padeció, son innegables, no es menos cierto que Yiwu sabe imbuir el relato de sus vivencias de un humor y una poesía (a la vez descarnada y entrañablemente humana) que no hacen sino ampliar el alcance y la resonancia de una lectura obligada.
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