En Dios es rojo, Yiwu pone el foco en la región suroeste de China, donde pequeñas comunidades de personas han resistido, arriesgando sus propias vidas, al mandato estatal de eliminar cualquier forma de espiritualidad religiosa. A pesar de su fuerte formación secular y atea, Yiwu encontró en la persecución de comunidades religiosas la oportunidad para profundizar en su denuncia del brutal aparato de represión estatal chino. El lirismo de su prosa y la capacidad de empatía con los personajes que retrata le otorgan un carácter casi mítico a las historias que narra.
«La cobertura que Liao ha hecho del cristianismo permite que la verdad prevalezca en la oscuridad. Su escritura está colmada de belleza». Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz 2010.
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