Hace doscientos cincuenta años, la opinión pública fue la que le dio la puntilla alAncien Régime cuando se derrumbó en 1788. Pero ¿qué era exactamente esa opinión pública y cómo afectó los acontecimientos? Se puede definir a la opinión pública de muchas maneras y someterla a examen desde muchos puntos de vista, pero apenas se pretende fijarla, se vuelve borrosa y desaparece como el gato de Cheshire.
Así que en lugar de intentar encerrarla en una definición, prefiero seguirle los pasos por las calles de París –o mejor, pues la cosa misma elude nuestro alcance, seguirle la pista a un mensaje a lo largo de los medios de comunicación de la época. Y en el camino recuperar sonidos del pasado, la experiencia oral de una época en que las mayorías no sabían leer ni escribir, pero no por ello dejaban de dar su juicio sobre los hechos del momento a través de poemas y canciones que iban cambiando al antojo e ingenio de cada quien, para entonarse con la música preferida de su momento.
Esto es lo que ensaya este libro, un libro que comienza con un relato de detectives y espías persiguiendo al autor de unos versos, versos que hablan de los secretos de alcoba de un rey, pero no menos de las luchas por el poder en la corte.
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