Se da por descontado que el cristianismo es una religión histórica y que los “misterios” de los que habla son también, ante todo, hechos históricos. Si es cierto que la encarnación de Cristo es un acontecimiento histórico, entonces el proceso de Jesús es uno de los momentos claves de la historia de la humanidad, en el que la eternidad se cruzó con la historia en un punto decisivo. De allí que resulta urgente la tarea de comprender cómo y por qué este cruce entre lo temporal y lo eterno y entre lo divino y lo humano, asumió precisamente la forma un juicio procesal. La figura de Pilato se describe en los Evangelios a través de sus vacilaciones, sus tergiversaciones y cambios de opinión. De modo que los evangelistas revelan quizá por primera vez algo así como la intención de construir un personaje, con su psicología y su lenguaje propio. Es lo vívido de ese retrato lo que le hace exclamar a Lavater en una carta de 1781 a Goethe: “Encuentro en él todo, Tierra e infierno, virtud, vicio, sabiduría, locura, destino, libertad: él es el símbolo de todo en todo”. Puede decirse, en este sentido, que tal vez Pilato es el único verdadero “personaje” de los Evangelios. Nietzsche lo definió en El Anticristo como “la única figura del Nuevo Testamento digna de respeto”. A través de textos bíblicos y extrabíblicos, este libro analiza la figura de Pilato y revisa el proceso judicial a Jesús.
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