Más que una colección de cuentos, Óptica sanguínea es una pieza que combina imágenes fotográficas con texto. Hay, en cada una de estas pequeñas ficciones, un punto de vista inesperado y oblicuo, siempre a punto de perder el equilibrio. A Daniela Bojórquez le interesa explorar las nociones de borde, límite, inestabilidad. Por eso, su escritura es radicalmente distinta y plantea en todo momento tensiones frente a las convenciones de la narración. Lo mismo sucede con sus personajes: seres que deambulan en los suburbios de las neurosis contemporáneas, habitados por tics innumerables y patologías de la mirada, ellos están provistos, sin embargo, de una percepción otra que los vuelve acaso más agudos, más sensibles, frente al absurdo cotidiano. No es extraño que la prosa de este libro sea irónica y nerviosa, como si se tratara del sismógrafo hiperactivo de nuestra época, la máquina verbal de un mundo enrarecido
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