Un cuadro del Louvre: Los Once, los once miembros del Comité de Salvación Pública que, en Francia y en 1794, rigió el gobierno revolucionario e instauró el Terror. Unpintor: François-Élie Corentin. Un escritor: el historiador Jules Michelet, que dedica doce páginas de la Historia de la Revolución Francesa al cuadro Los Once. Quien busque ese cuadro en el Louvre o a ese pintor en una Historia de la Pintura no los encontrará. Y quien abra ese tomo de Michelet, se encontrará con el nombre de Géricault, no con el de Corentin, y con la descripción de un cuadro que quizá sí existe. Ese cuadro que podría haber estado en el Louvre, Los Once, cambia según el lado desde donde lo mire el visitante, como cambian esos once «apóstoles laicos» que pudieron, dice Michon, ser el Pueblo, y, a la postre, fueron «el regreso del tirano global». Gran Premio de Novela de la Academia Francesa. «La consumada habilidad con que se mezclan la minuciosa documentación histórica y los elementos inventados convierte esta invención en algo completamente verosímil» (Cécile Guilbert, Le Monde); «Un mundo que nace a golpe de picas y de guillotina y la historia de un hombre de Limusín a quien criaron unas mujeres, que aprendió el latín aunque no corriera prisa y lo convirtió en oro. Todos los libros son autobiográficos» (Jean-Baptiste Harang).
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