«No sé qué tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo oímos se nos arruga el sentimiento. Perdone usted, señor lector, este principio de greguería… Yo, personalmente, le haría levantar una estatua a ese fuelle nostálgico, amargamente humano, que tiene tanto de animal triste.»
Fechados entre mayo de 1948 —cuando comenzó a redactar para El Universal de Cartagena— y diciembre de 1952, estos constituyen los primeros escritos de un joven de veintiún años que llegaría a ser el novelista hispanoamericano más importante de la actualidad y, por otro lado, son el testimonio del convulsionado mundo colombiano tras la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948.
Contemporáneos de sus ficciones iniciales, estos textos traslucen que el pensamiento y la pasión son los mismos, y que el tema en literatura es tan único, y tan diverso, como la vida.
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