Para crear un salón literario en París es preciso poseer una personalidad brillante, un exquisito trato social y buenas relaciones; para mantenerlo durante sesenta años y convertirlo en punto de referencia internacional hay que ser, decididamente, alguien fuera de lo común. Natalie Clifford Barney (1876-1972) agrupó a su alrededor los nombres más señalados de la cultura en la patria de las salonnieres. Por su casa de la rue Jacob pasaron, entre otros, Anatole France, Colette, Djuna Barnes, Ezra Pound, Jean Cocteau, Gertrude Stein, Truman Capote, Marguerite Yourcenar. Impresionado por su belleza, su inteligencia y su energía, el escritor Remy de Gourmont le dio el sobrenombre de La Amazona, con el que pasaría a la historia de la literatura francesa; pero Barney fue mucho más que una promotora cultural. Natalie Barney nos acerca al mundo de una singular americana en París, que desafió a las convenciones morales de su época y cuya vida fue, sobre todas las cosas, un canto a la libertad.
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