Sobre las huellas de Heidegger (“el filósofo del siglo XX que más se esforzó por separar al hombre del viviente”) y Benjamin, de Kojève y Bataille, Agamben continúa la reflexión contenida en sus libros anteriores acerca del concepto de vida, y se interroga sobre el umbral crítico que produce lo humano, que distingue y al mismo tiempo aproxima la humanidad y la animalidad del hombre. “En nuestra cultura, el hombre ha sido siempre pensado como la articulación y la conjunción de un cuerpo y de un alma, de un viviente y de un logos, de un elemento natural (o animal) y de un elemento sobrenatural, social o divino. Tenemos que aprender, en cambio, a pensar el hombre como lo que resulta de la desconexión de estos dos elementos y no investigar el misterio metafísico de la conjunción, sino el misterio práctico y político de la separación. ¿Qué es el hombre, si siempre es el lugar –y, al mismo tiempo, el resultado– de divisiones y cesuras incesantes?
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