Ciudad al límite
Vivir en una ciudad del norte de México es una certeza negativa para muchos mexicanos. Es muy difícil pensar en visitarlas y mucho más aún pensar en vivir en ellas. Esas ciudades fronterizas aparecen ante nuestros ojos como la inseguridad total, la completa falta de justicia, la tierra de nadie que domina el narco, el Estado de excepción, donde las autoridades no pueden eliminar el cáncer que significan las bandas criminales. Pero todo esto, por mucho, es sólo un eco que nos llega a través de los medios de comunicación, en realidad no se tiene una idea clara, ni mucho menos vívida, de lo que es vivir en estos territorios dominados por el narco. Reportajes, noticias, libros, todo ello llega a oídos de los ciudadanos la mayoría de las veces a través de personas que van a documentar el “clima” de estas ciudades, generalmente debido a un acontecimiento que haya impactado o “conmocionado” a la sociedad y que haya sucedido hace poco en alguna de esas ciudades. Pero el día a día de los que viven en estas ciudades, el día a día de los ciudadanos de a pie, como se considera Carlos Velázquez, queda muchas veces olvidado o relegado a una crónica apenas pequeña.
El libro de Carlos Velázquez llena esta laguna. Un ciudadano de a pie nos cuenta lo que es vivir, o más bien sobrevivir, en una ciudad dominada por el narco: su natal Torreón. Su libro El karma de vivir al norte consta de 25 relatos, todos ellos atravesados por el fantasma —o más bien por la realidad— del narcotráfico. Todo lo que se desprende de ese monstruo que es el narco aparece en las letras de Velázquez. Los temas superlativos que de tan comunes ya son clichés: la inseguridad, la corrupción, etcétera, se diluyen —aunque persisten— con los temas en particular que maneja el autor: la paranoia, el instinto de supervivencia, la perspicacia que desarrolla el coahuilense para saber identificar a sicarios, narcos y malandros.
El lector puede sentir el sabor de la amargura en cada línea escrita por Carlos Velázquez. Lo siente como si fuera un sabor a sangre. ¿Qué otro sabor podría tener el malestar de saberse contingente, de saber que la muerte puede estar literalmente a la vuelta de la esquina o a la puerta de tu casa? Todos los intentos por fingir una vida normal se ven ofuscados por la superioridad de la realidad, que hace que los habitantes de Torreón se vayan de bruces contra ella. Salir a convivir con los amigos, caminar por la calle, llevar a los hijos a la escuela, al parque o al cine, mutan de actos cotidianos y comunes a actos de deporte extremo, a eventos mortales y suicidas que necesitan de un estado de alerta al cien por ciento.
No hay esperanza. O al menos no la hay para Carlos Velázquez. El lector se sentiría aliviado si estos relatos fuesen ficción, pero al leer el libro uno tiene la certeza de que no lo son. El registro es el del testimonio, el del cronista que detalla día a día el inmenso esfuerzo que representa sobrevivir en esta ciudad, el deseo de largarse, de tener una vida mejor, de abandonar la ciudad y el estrés de vivir en ella, la paranoia, la amargura, y todo, al mismo tiempo, por alguna razón, lo mantiene ahí, no le permite irse, lo ata... ¿a dónde se iría, es más? ¿Existe algún lugar seguro en este país?
Carlos Velázquez, nacido en Torreón en 1978, es autor de los libros La biblia vaquera, con el cual obtuvo el Premio Nacional de Cuento Magdalena Mondragón en 2005, y La marrana negra de la literatura rosa, editados ambos por Sexto Piso. Fue antologado en el Anuario de poesía mexicana 2007 del Fondo de Cultura Económica y en el 2012 recibió el premio Testimonio Carlos Montemayor por El karma de vivir al norte.
«Reseña escrita por Juan Carlos Sánchez, El Péndulo Web»
En los últimos años vivir en el Norte se ha convertido en un deporte extremo. Regresar a casa por la noche sin tener que arriesgarse a ser levantado, verse atrapado en un fuego cruzado, o encontrarse con un cuerpo desmembrado en la acera de enfrente requiere de cierta dosis de buena suerte. En El karma de vivir al norte, Carlos Velázquez describe, en calidad de testigo privilegiado, a veces con fascinación, otras con humor, y casi siempre con horror, lo que significa vivir en una de las ciudades más peligrosas del orbe. Se convierte en observador y partícipe de los bajos fondos más violentos y sórdidos, escandalizado pero también conmocionado por la omnipotencia y los excesos que definen a los distintos grupos criminales. Al mismo tiempo, esta crónica retrata las dificultades que implica ser un padre que se pregunta cómo alejar y proteger a su hija pequeña de la carnicería cotidiana.
Este libro se erige como un mordaz testimonio. Con la ironía y la potencia narrativa características de la escritura de Velázquez, el lector se adentrará en un delirante viaje por el corazón de este agreste territorio, que va desde una iniciática odisea norteña a bordo de un tren repleto de criminales, pasando por un angustiante recorrido en taxi con su hija dormida en el regazo mientras el conductor lo extorsiona, hasta encontrar a un díler fornicando en la oficina donde despacha a sus clientes, historias todas atravesadas por una especie de sino milenario, karmático, que ha transformado por completo la vida de los habitantes de esta caótica y fascinante región del norte de México.
« [Carlos Velázquez] es el mayor destroyer de la literatura mexicana». El País.
«Carlos Velázquez es un escritor con proyecto, no sólo para desarrollar un estilo de humor corrosivo hasta el hueso y un tipo de historias donde todos quedamos expuestos en paños menores, sino de un territorio lingüístico como identidad de una región que, ahora, es también testigo y generadora de una época en la literatura mexicana». Élmer Mendoza
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