En cuanto a Julio Cesar, el contraste con Coriolano, si bien no tan diametral como con Antonio y Cleopatra, también es grande. Aunque Bruto y Coriolano sean frutos de una educación basada en la virtud, la entereza y la energía que constituyen el supremo valor romano y cuya posesión llena al hombre de legítimo orgullo, no tiene nada que ver la vanidad de Bruto, inocente y desinteresada conciencia del honor y del deber cumplido, con el orgullo altanero y el egoísmo avasallador de Coriolano. Aquel era soldado en aras de la patria. Este se apresta a sacrificar todo, incluso la patria, a la exaltación de sí mismo.
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