El teatro dentro del teatro no es un artificio en esta obra, sino parte intrínseca de su universo moral. En apariencia sólo se cuestionan las más frívolas maneras de la ética y la estética teatral; pero Job encierra una sorpresa: resulta que un viejo actor es un inmortal que ha sobrevivido al tiempo para hacerse una y otra vez las preguntas esenciales sobre el sentido de la vida. "¡Qué absurdo pensar en un ser absurdo!", exclama poco antes morir. Pero el Job de Gerardo Piña es el más humano, demasiado humano.
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