La vergüenza es un sufrimiento tan fuerte que es natural que se hable poco de ella. La humillación lleva a callar las violencias sufridas, a replegarse sobre sí mismo, a cultivar un sentimiento de ilegitimidad, a sentirse como menos que nada. El malestar que se experimenta ante la vergüenza ajena conduce, la mayoría de las veces, a tomar distancia, a negarse a comprender aquello que molesta. Escuchar a aquellos que tienen vergüenza se hace difícil. Estas dos actitudes se refuerzan y complementan. El malestar de unos contribuye al rechazo de otros y al silencio de todos. Esta obra quiebra ese círculo de silencio favoreciendo una mayor comprensión, una mejor escucha de las múltiples facetas de la vergüenza. Detrás de esta última se esconden tesoros de amor, de sensibilidad y de humanidad que no llega a expresarse. Comprender, escuchar, decir la vergüenza es liberarse de buena parte del sufrimiento que causa.
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