Dos pensadores controvertidos, Alain Badiou y Slavoj Zizek, debaten aquí en torno a una pregunta tan atemporal como apremiante: ¿Debe inmiscuirse el filósofo en los sucesos actuales? En esta cuestión está en juego nada menos que la filosofía misma, porque según Badiou, ella no puede ser sino intromisión, compromiso, siempre que quiera escapara a la rigidez academicista. Es extraña y nueva, y sin embargo habla en nombre de todos. Así la muestra Badiou, con una teoría de la universalidad que debería ser entendida como resumen de su filosofía.
Zizek plantea un enfoque similar: el filósofo debe intervenir, pero de una manera distinta de la esperada. Aun cuando no pueda orientar en lo ateniente al abordaje de las cuestiones controvertidas de la actualidad, puede mostrar que han sido mal formuladas. Hay que modificar los conceptos de los debates: esta es la consigna de Zizek, y de ese modo llega a una filosofía entendida como anormalidad y exceso.
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