La fábrica del bien no sólo ofrece una genealogía de esas expectativas y del correspondiente fracaso. Recomienda también una terapia novedosa con que despertar a la ciencia del bien y del mal de su prolongado letargo moralista. Según sostiene, los bienes que más importan no tienen nada que ver con normas ni los males con transgresiones. Pero despedirse de una moral normativa implica pensar en una metafísica muy distinta de las acostumbradas. Contraviniendo un viejo dogma del pensamiento occidental, el bien es una anomalía en la estructura de un mundo mal hecho y algo que desbarata el orden de las cosas en lugar de expresarlo o compendiarlo.
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