Este libro póstumo revela un giro en la poesía del autor. Cada verso manifiesta una visión exaltada, metafísica y natural del cuerpo femenino. Desprovisto de afectaciones y fetiches, el cuerpo se torna flor y fruto perfumados y también raíz y tallo de qué asirse. Arrobado, el poeta contempla a la mujer como bien puede hacerlo el marino que, exhausto, avizora puerto seguro tras la tormenta. Vuelve al origen, abreva de las fuentes primigenias y celebra la femineidad como obra perfecta.
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