Distopía mexicana reprueba categóricamente el actuar del gobierno mexicano durante -y no sólo- los últimos cinco años y contrasta su aire de suficiencia con los paupérrimos resultados que ofrece.
Como corresponde a su título, aborda la suma de aquellos males que agobian a México y cada página nos coloca ante un espejo, forzosamente incómodo, para advertirnos sobre el horror de seguir en este indeseable camino. Como ya es tradicional en las críticas de Lorenzo Meyer, las cifras de la catástrofe se apoyan en ejemplos de la historia, una buena parte de oportuna teoría política, breves y profundas reseñas de gran cantidad de libros. En este tomo en particular, el lector descubre una imagen del México que sobrevendrá, «poco solidario, desordenado y muy injusto», de persistir una desequilibrada relación con Estados Unidos, no concretar los movimientos sociales que erradiquen el autoritarismo, solapar a una clase política volcada en conseguir beneficios para sí misma, no valorar la importancia de la oposición de izquierda -más cercana de lo que parece al ciudadano común-, dejar pasar, por «reformistas» que sean, los actos de imposición que minan nuestra soberanía, y tolerar la desigualdad, la corrupción pública y la impunidad.
La raíz de varios de los problemas de México está perfectamente descrita en este libro que aspira tanto a rechazar la sordidez en que el régimen lo ha sumido como a engrandecernos con la fuerza política de concebir no una utopía, sino un verdadero proyecto de nación.
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