Con su reputación literaria plenamente afianzada gracias a Crimen y castigo y Los demonios, Fiódor M. Dostoievski volcó en el periodismo, entre 1873 y 1881, su prodigiosa capacidad de análisis psicológico y su extraordinario talento para la controversia. A raíz de aceptar la dirección de la revista El Ciudadano, comenzó a redactar el que habría de ser su obra más personal, extraña y desconocida. En Diario de un escritor el gran novelista ruso privilegia su compromiso moral con los sucesos más acuciantes de su tiempo, a través de una entreverada mezcla de géneros –autobiografía, ficción, ensayo, crónicas judiciales, necrológicas, estampas de costumbres, breves tratados sobre el carácter nacional–, de la que resulta un experimento de arte integral, un triunfo de la pasión por la libertad humana. En esta selección del inmenso cajón de sastre que es el Diario, impecablemente confeccionada y traducida por Víctor Gallego, se ha prescindido de consideraciones y polémicas hoy trasnochadas. Dos temas obsesivos, profundamente dostoievskianos, recorren sus páginas: los malos tratos a los niños en la familia y las causas de los suicidios. Junto a la ardorosa defensa de la piedad y la justicia, se encuentran también aquí los mejores relatos del autor: «La mansa», «El sueño de un hombre ridículo», «El mujik Marei» y, en especial, «Bobok», que constituye, según Bajtin, «casi un microcosmos de toda su obra».
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