Antes de cerrar la última década del siglo XVI, años en que Juan Ruiz de Alarcón alcanzaba su juventud, la representación de obras dramáticas en Nueva España era muy escasa, fuera de las obras religiosas y las pastorelas, y su creación, además de escasa, difícil. Las comedias alarconianas ofrecen una riqueza de poesía y realismo crítico cuyo valor ni el propio autor pudo barruntar en las difíciles circunstancias en que tuvo que escribirlas y hacerlas representar. No obstante, Madrid, el marco adecuado para la vida literaria, hizo posible un florecimiento de su obra que en la Nueva España nunca hubiera alcanzado.
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