Los escritores suelen ser cautelosos, cuando no mezquinos si se trata de revelar sus gustos literarios formativos, pareciera que suben por su propio pie a un cadalso donde un verdugo les cortará la cabeza ante el alarido de estupor morboso de la crítica y los lectores acuciosos. Parece ser que mientras más lejano e inaccesible sitúe un escritor el territorio de sus influencias, menos expuesto estará a la horda convocada por su ego paranoico. Muchas veces, justo es decirlo, poco o nada aportan al conocimiento y apreciación de otras geografías literarias, discursos y biografías ligadas inextricablemente con una apuesta narrativa singular.
Pero hay escritores que escriben sobre sus obras preferidas con pasión desbordada como un claro homenaje a quienes han sido sus modelos de vida y obra. Éste es mi caso. En muchos sentidos esta colección de ensayos breves y crónicas es una anárquica autobiografía sobre todo literaria, que no pretende ser erudita ni marcar cánones de apreciación. Es simplemente un testimonio de mi experiencia de vida estimulada por escritores y ciertos aspectos de la música, sobre todo como movimiento social que durante muchos años despertó y sigue despertando mi interés por su violento poder de convocatoria y fuerza transgresora.
En todos los personajes y novelas que llenan estas páginas hay varios puntos en común: el feísmo como estética y el desacato a las normas tradicionales de hacer literatura, lo que por supuesto para mí está muy ligado con el espíritu que da vida a las expresiones más provocadoras de la música contemporánea, concretamente la que surge de la tradición negra estadounidense de la postguerra.
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