Escribe Richard A. Lupoff, en su magnífico Edgar Rice Burroughs, que el luxemburgués Hugo Gernsback era un correcto puntilloso, orgulloso y singular editor de ciencia ficción de espíritu prusiano. El americano Burroughs, en cambio, era un hombre rudo, robusto, sereno y grande como un oso. El uno mantenía un gran respeto por el rigor científico, mientras que el otro sentía una benevolencia desdeñosa por cualquier cosa que pudiera interponerse en el camino de una animada aventura.
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