Todas las tardes, en las grandes ciudades europeas, trabajadores musulmanes inmigrantes o descendientes, se reúnen para rendir culto a su Dios. Muy lejos, en Sillicon Valley, quizás el más moderno y racional lugar de la Tierra, los superexpertos en computación desarrollan igualmente prácticas religiosas (cultos o terapias esotéricas, por ejemplo), que difícilmente se correspondan con su elevada educación científica. Si la producción mundial empuja a una uniformización creciente del consumo, y por lo tanto a una homogeneización de la cotidianidad, en todas partes surgen demandas de diferencia, que se manifiestan en lo religioso, lo étnico, lo lingüístico, lo cultural. Cómo entender esta paradoja de un mundo que comparte cigarrillos, bebidas, autos similares, escucha las mismas canciones, observa las mismas imágenes, y que de pronto estalla en una pertinaz, y a veces sangrienta, exigencia de alteridad. "Globalización de los objetos, tribalización de los sujetos", dice Régis Debray a este respecto. A contestar esa paradoja se dirige su reflexión en los tres trabajos que conforman este libro, afirmando que cada apertura en un nivel social se acompaña de un cierre en algún otro, que sirve para restablecer un cierto equilibrio, ya que una excesiva desaparición de límites llevaría a la disminución de los elementos de identidad y pertenencia de la sociedad, y por lo tanto a un debilitamiento del lazo social. Mundialización y producción de "lo local", entonces, aparecen interconectados en un mismo proceso. Continuando así sus trabajos anteriores sobre mediología, el autor nos presenta con lucidez sus ideas sobre lo que llama "el arcaísmo posmoderno.
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