En 1912, tras veinte años de introspección y meditación solitaria, Valéry decide retomar sus poemas tempranos, que aún habrán de esperar hasta 1917 para ver la luz bajo el título de La joven Parca. El libro obtiene de inmediato un enorme éxito entre lectores y aficionados a la poesía. Le siguen El cementerio marino y Álbum de versos antiguos, ambos de 1920, y Cármenes –o En(cantos)–, de 1922, donde compila veintiún textos en su mayoría aparecidos ya con anterioridad. Dicha compilación le consagrará definitivamente como uno de los más grandes poetas de su tiempo. Es en 1924 cuando recibe el encargo de escribir Alfabeto. Así lo relataría el propio autor una década más tarde: «Hace algunos años, se me pidieron veinticuatro piezas en prosa cuya primera palabra debía comenzar por una de las letras del alfabeto. Se trataba de emplear veinticuatro letras ornamentales, grabadas sobre madera, a fin de publicarlas con el concurso de alguna literatura. Las condiciones no me arredraron. El grabador había omitido dos letras, las dos más engorrosas, además de infrecuentes, en la lengua francesa: la K y la W. Quedaban pues XXIV caracteres. Tuve la idea de ajustar estas veinticuatro piezas a las XXIV horas del día, a cada una de las cuales se puede muy fácilmente hacer corresponder un estado y una ocupación o disposición anímica diferentes».
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