El año 1866 estuvo marcado por un acontecimiento extraordinario, un fenómeno inexplicado e inexplicable que sin duda nadie ha podido olvidar. Aparte de los rumores que agitaban a las poblaciones de los puertos y sobrexcitaban el espíritu de la opinión pública en el interior de los continentes, el asunto conmovió particularmente a las gentes de mar.
Comerciantes, armadores, capitanes de navío, comandantes y contramaestres de Europa y América, oficiales de las Armadas de todos los países y, con ellos, los Gobiernos de los diversos Estados de ambos continentes se inquietaron en extremo debido a aquel suceso. En efecto, desde hacía algún tiempo, varios barcos se habían encontrado en el mar con “una cosa enorme”, un objeto largo, fusiforme, a veces fosforescente e infinitamente más grande y rápido que una ballena.
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