La prosa nítida de Altamirano; las descripciones llenas de encanto y de verdad que nos transportan a las feraces comarcas del sur; la pintura, el retrato, diré mejor, de los guerrilleros y bandidos de la época en que se desarrollan los sucesos por él narrados, todo hace de El Zarco un libro ameno e instructivo. Instructivo, sí; porque si se descarta la fábula de los amores del plateado con la desventurada joven de Yautepec, un historiador puede utilizar como documento cuanto Altamirano refiere sobre las hazañas de los bandidos que infestaron durante unos años la región que forma hoy el Estado de Morelos.
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