La importancia enorme de Carlos de Sigüenza y Góngora es indudable. Tanto los textos históricos, los dos ensayos astronómicos conocidos, así como aquellos otros escritos que tienen que ver con la literatura de su época, han sido considerados documentos fundamentales del último tercio del siglo XVII. Además, las informaciones sobre sor Juana Inés de la Cruz y el Neptuno alegórico que podemos hallar en uno de sus libros, Teatro de las virtudes políticas que constituyen a un príncipe, son invaluables. Sin embargo, la calidad literaria y, en particular, la dimensión poética de Sigüenza han sido muchas veces ignoradas o subestimadas. Es claro que Sigüenza, el capellán del Hospital del Amor de Dios, no tiene el rango literario de sor Juana Inés de la Cruz, pero de una manera peregrina produjo algunos poemas con un carisma sorprendente. Uno de estos poemas es primavera indiana, que además tiene la peculiaridad de ser la primera obra del erudito novohispano. La escribió a la edad de diecisiete años. El presente libro quiere, siguiendo los pasos de algunos de los apasionados estudiosos de su obra, releer desde el ángulo de la poesía mexicana el poema en setenta y nueve octavas reales, donde encontramos no sólo un espíritu de entusiasmo religioso sino una comprensión histórica de la idea del milagro del Tepeyac y un juego de correspondencias con crónicas y poemas importantes del siglo XVI y XVII.
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