Desde su inefable irrupción a finales de los sesenta hasta su temprana muerte en 1982, Lester Bangs fue uno de los críticos más prolíficos —de rock, jazz, pop y demás hibridaciones y sucedáneos— en los Estados Unidos (lisérgicos). En ese breve lapso, al tiempo que revoluciona el oficio al más puro estilo gonzo, y da forma y un nuevo sentido al cometido del crítico musical, se batiría el cobre prestando sus servicios a Creem, The Village Voice, Rolling Stone y otras cabeceras del submundo conocido; sin dejar de escribir, por su propia cuenta y riesgo, y para su propio deleite, espoleado por ínfulas literarias para las que no hallaría consuelo ni editor.
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