Richard Russo, en la cima de su maestría, regresa a North Bath, en el norte del estado de Nueva York, y a los personajes que convirtieron Ni un pelo de tonto (1993) en «una novela firme, segura de sí misma, que eleva al lector», según afirmó entonces el Washington Chronicle. «Simple como el amor en las familias y, sin embargo, casi igual de complicada». O, tal como lo dijo The Boston Globe, «una novela grandiosa, revoltosa, con resonancias interminables y una esperanza humana irrefrenable».
El irresistible Sully, en cuyas manos ha caído una fortuna inesperada, se enfrenta a un diagnóstico del médico de la Asociación de veteranos, según el cual le queda entre uno y dos años de vida, y le cuesta mucho esconder la noticia a las personas más importantes de su vida: Ruth, la mujer casada con la que mantiene una relación desde hace años; Rub Squeers, el súper gafe, tan preocupado de asegurar que Sully siga siendo su mejor amigo; su hijo y su nieto, de cuyas vidas se ausentó antaño (y ahora lo lamenta). También disfrutamos de la compañía de Doug Raymer, el jefe de la policía local, obsesionado con averiguar la identidad del hombre con el que estaba a punto de huir su mujer si no llega a padecer, justo antes, un extrañísimo accidente mortal. Y de la del alcalde de Bath, Gus Moynihan, excatedrático, cuya esposa plantea problemas todavía más urgentes..., pero también está Carl Roebuck, que se ha pasado la vida haciendo las cosas mal para ascender, pero puede que esta vez el método no le funcione.
En Tonto de remate abunda el humor, los sentimientos, la dureza de los tiempos, y unos personajes a los que resulta inevitable amar, acaso porque sus defectos los hacen estruendosamente humanos. Es un Russo clásico: un logro que coronará a uno de los mayores contadores de historias de nuestro tiempo.
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