Hay algo brillante en la necesidad de buscar, con mirada inocente, los cristales rotos del pasado, y más aún, en esos trozos con los que nos cortamos al caminar. Esas pasiones que todavía queman, que no se apagan. Pero hay que decirlo, lo único más ridículo que el amor, es la etapa en la que se llega a él. Esos torpes desfalcos donde la búsqueda del todo se torna en un pronombre: tú. Es en esta pesquisa donde el poeta, de forma contundente, plasma una serie de hilos que, poco a poco, tejen una serie de fotografías inundadas de nostalgia con intertextualidades que unen el hoy con el ayer. Desde una ceguera leal y convulsa a la pasión, anhelos obsesivos en camino a saciarse, y que las cosas se fracturan de mil maneras o más, habiendo aquí, una de ellas.
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