La piel es prueba de presencia en el mundo. A través de ella se nos reconoce, se nos nombra, se nos identifica. Envuelve y encarna a la persona, asemejándola a otras o diferenciándola. Su textura, su tez, sus cicatrices, sus rasgos particulares (lunares, arrugas, etc.) dibujan un paisaje único. La huella en la piel es un signo de identidad, más aún cuando llega por elección.
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